Por Martín Felix

¿Cambios? Los hay y de todo tipo, para bien o para mal representan desgaste para quienes lo llevan a cabo, algunos pueden ser sencillos y otros completamente difíciles, molestos y bastante pesados. Pues son esas variaciones frustrantes de lo conocido o aceptado, de lo que está allí y ahora no,  a lo que obviamente no estamos acostumbrados. Empeorando el asunto cuando éstas transformaciones vienen desde el interior. 

Con esa metódica nos recibe Junior. Este cortometraje de la directora Julia Ducournau que se adentra en las dolencias de la pubertad, sus achaques vivenciales y todas esas experimentaciones que conforman el carácter y perspectiva de los que apenas están consumiendo sus años de vida. 
Visionaria de las alteraciones drásticas, crudas, tormentosas y muy tenebrosas. Enfilándose sobre una completa metamorfosis que logra sentar el antes y el después liberando nuevas formas de pensar tanto como de actuar.

De forma dinámica se preocupa por mostrarnos a su personaje, sus cualidades e igualmente características más prominentes, otorgándole cierta identidad reconocible en el entorno con el que convive y sufre. Para después adentrarse sobre una cúpula áspera llena de laceraciones del despertar físico así como mental, esa metáfora dolosa de la juventud enfocada a la belleza y la experiencia. 

Logrando ser llamativo el ritmo que consigue a la par de su cautela. Su cámara liviana y seria con pequeños atrevimientos que hablan positivamente de su directora, además de la hechura fotográfica de Claudine Natkin que se encierra en esa aura tenebrosa y punzante. 

Para terminar como una muy apuntalada muestra entre lo raro y lo dulce. Esa combinación cuasi extraña de  severidad con sensibilidad sobre el forje de la confianza, del amor y la dignidad. Apreciando una cara nueva, renovada y por supuesto satisfecha después de su modificación llevaba en un tono rudo y exponencial. 

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