Por Martín Felix

La idea de observar a la sociedad aniquilada ya ha dejado de ser un punto descabellado para tomar el sentido de algo meramente aceptable o que se gradúa dentro de lo caóticamente adecuado.

Las crisis provocadas por el fulminante pesar de estar al borde de la extinción compromete en demasía nuestros principios éticos, fe y fuerza de voluntad, llevando a extremos nuestra valentía y el sentido de querer sobrevivir.

Así arranca la travesía escalofriante expuesta por Danny Boyle en 28 days later, usando el perfecto pretexto de un holocausto científico para mostrar algunos destellos de la conducta a niveles sociales e individuales del hombre en situación de enorme peligro.

Con mucha rapidez nos adentra en su obra que, es casi imposible vislumbrar un evento de tal magnitud. Pero, una vez involucrados, saboreamos la sensación de desamparo, de incertidumbre y completa desorientación con cada paso. La jungla de acero carcomida por el desmoronamiento de los valores morales humanísticos, calles sin vida en un ambiente sofocante que nos absorbe de manera paulatina. 

Aprovecha la situación de este vestido para acarrear puntos clave como la desintegración en las sociedades por su falta de organización e irresponsabilidad, la enorme fragilidad de los gobiernos y su poca organización en el trabajo de conjunto dando por hecho el caos y desilusión a niveles gigantescos.

Esta atmósfera converge a los personajes a ser guiados por su instinto de supervivencia y será el viaje emprendido quien despertará sentimientos de esperanza en cada uno de ellos por medio del apoyo mutuo, la confianza y la empatía al relacionar sus vidas. Gestos que, poco a poco, se transforman en apegos de familiaridad, ayudándolos a sobrellevar sus frustraciones, además de compartir metas forjadas durante el desarrollo del filme.

En la apocalíptica travesía, también se da oportunidad de mostrar la otra cara quizás malvada o desquiciada de la desesperación. El incremento de las perturbaciones emocionales plagadas de actitudes psicóticas y decisiones tomadas con poca cordura, acumuladas por la presión situacional del miedo.

Colocando un conflicto de pensamientos entre los involucrados, poniendo a prueba sus lazos amorosos a través de la lucha junto con sacrificio, llevando la odisea a un punto agónico, pero con matices nostálgicos y esperanzadores. 

Dentro de lo técnico, esta cinta engloba de buena forma el sentido de la devastación, haciendo uso de planos muy amplios que dejan sentir la melancólica soledad en el aire, intercalando algunas tomas intrépidas para crear la sensación de acecho en todo momento.

El montaje de Chris Gill permite una fusión de calma y tempestiva visual, secuencias rápidas que colocan el estado de alerta en su punto más alto. Sin dejar pasar la fotografía de Anthony Dod Mantle, dándole tonos turbios, llevando el filme ser casi desalentador.

Todo esto para hacer de 28 days later una obra feroz a los sentidos, una ventana al desastre o simplemente otro retrato más de cómo concebimos nuestro propio fin.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *