Por Martín Félix

El efervescente y bien matizado primer largometraje de la realizadora sueca Ninja Thyberg que, en algunos de sus primeros cortometrajes, se volcó a hablar de la industria pornográfica. Buscando con Pleasure ese acercamiento más conciso, detallado y construido para mostrar entre líneas el parte aguas de un negocio lucrativo como lo es el entretenimiento para adultos. Intentando hacer una especie de observación o crear hasta cierto punto una discursiva sobre la fijación, culto o vehemencia que se le tiene a este mundo. 

Porque hay que decirlo, es otro de los bastiones generadores de ganancias y del cual se habla no tan abiertamente por el tache, morbo o simple hipocresía de la sociedad moralista que se da golpes de pecho cuando al tema se refiere. De allí que su partitura inicial nos conecte con el universo pornográfico y parte de dicho punto para asentar su narrativa sustentada en la transformación de la identidad, de la búsqueda inocente y creativa, con toques de ambición dentro un portento dominado por el eje masculino, donde la inteligencia es el dote más sagaz más allá de la belleza o cualquier otro atributo corporal.

Constituida de dos partes esenciales, la primera es por ende sacar algunos parámetros manejados en el negocio, directrices, moneda de cambio, costes, apariencias y por qué no, el profesionalismo profesado por quienes forman parte de ello con la intención de crear fama y calidad. Hecha como una burbuja rosa de sueños romantizada en ocasiones y en otras trasladada a una zona gris y fría, apoyada de su color casi palpable a esas atmósferas propias de su envergadura, sin ir más allá, guardando cierta mesura pero dándose a entender perfectamente.

Por otro lado, sus distintas posiciones invitan a considerar algunos vértices concernientes a la sexualidad, a la dimensionalidad del sexo y la excitación. De gustos y empecinamientos normalizados que fuerzan a extender límites, romper barreras tanto físicas como mentales, lo verdaderamente hecho y lo que se deja ver, además del enorme juego de intereses inclinados a la traición y otras consecuencias. Hablando de un pacto, de un trabajo que se firma, se paga y ve por la seguridad de los involucrados, pero, también reclama ese compromiso, mismo que no siempre puede ser cumplido por el miedo natural e innato que obliga a pensar y reflexionar más allá de lo que verdaderamente se quiere. 

Haciendo explotar un cúmulo de sentimientos ejercidos a manera de presión en el personaje principal, y con ello la marea de condiciones que la llevan a cuestionarse e incluso accionar de maneras distintas a sus creencias con objeto de cumplir metas y objetivos. Donde podemos resaltar la combinación acertada de estas vertientes por parte de su directora, pues la cinta como tal intenta ser incómoda, quisquillosa, erótica en ciertos niveles, pero como mero ejes de placer. 

Algunos de los modos en los cuales se cuenta son bastante profundos y bien logrados, pues enfatiza al ojo del consumidor, a la satisfacción del público y lo que este quiere a través del lente. Entrando en contraste la entera realidad de aquellos que solo se adaptan como trabajadores para poder llevar a cabo lo que se les pide con esa balanza entre el placer y la responsabilidad.  

Comenzando una especie de camino para llegar a la cima, hablándonos de objetivos, de inseguridades, de personalidad, de la confianza y la forma de concebirse a sí mismo. De la transformación impulsada por el exterior, llevando a otros elementos como la deslealtad, el aislamiento y la impertinencia dadas por las aspiraciones egocéntricas. 

Acompañada de otros detalles como la música melódica y la fragmentación del tiempo a manera de puntos de exclamación auténticos donde las emociones son vívidas porque ejercen un momento de catarsis puntual con el del participante principal. Apreciaciones que dan pie para verse y reconocerse fijamente, proponiendo el arrepentimiento que se desborda como una sensación de vacío.  

Al final, se agudiza a manera de replantear la felicidad, de ver el valor de la amistad, de no mirar etiquetas sino la calidad humana y aunque no se muestran culpables, sí se deja en claro que no importa quién venga y quién se va, lo que prevalece es cumplir la cuota para mantener al cien por ciento vivo este torrente. Importará entonces una sonrisa y actitud provocativa mientras las agonías quedan de lado. Regalándonos ese último gesto de parar y bajarse de aquel poderoso tren para regresar y perseguir lo que ciertamente vale.

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