Redacción: Rodrigo Rodríguez Esparza

Mi nombre es Rodrigo Rodríguez y, a pesar de tener un profundo interés por el arte, en especial las artes plásticas y el cine, estudié economía. Normalmente, la gente se va con la pinta y piensa que le hago a las finanzas, pero en realidad me especialicé en cuestiones de la economía del comportamiento, que es una mezcla entre psicología, estadística, ciencias humanas y sociales.

Esta profesionalización se refleja constantemente en mis otros trabajos, es decir, tengo un sesgo de entrada o, como la gente dice: ya sé de qué pata cojeo. Así que, a manera de advertencia (jaja), anuncio que la crítica se apoya en términos que normalmente se usan dentro de este campo pero, intentando no abusar ni excederme.

Me despido, como es costumbre en el mundo de los godínez al que una vez pertenecí:

Saludos cordiales y disfruten el texto.

[…] Y tú te llamas minotauro […] Y tú te llamas ciudadano
Y mereces el encierro Y mereces el encierro
Tu casa es este laberinto largo Tu casa es este cubículo blanco
Del que no hay ningún regreso Del que no hay ningún ascenso
Las paredes son largas y de piedra Las paredes son chicas de madera
No intentes escapar por algún lado El computador es tu laberinto
Tu cabeza es de toro no pretendas Tu molde ya está hecho
Pensar que tu eres humano […] No pretendas pensar que eres minotauro.1


Con normalidad, en una crítica de cine se busca una especie de explicación sobre la(s) película(s) que se está(n) por ver o se ha(n) visto; pero, ¿cómo hacerlo cuando las obras a analizar son tan complejas, conocidas o no entendidas del todo? Este texto ​no ofrece una solución, más bien abona a la interpretación e imaginación que este tipo de obras evocan.

Entonces, por qué iniciar con una canción que habla sobre el mito del Minotauro,2 pues, es lo primero que se me viene a la cabeza al tener que hablar de estas cuatro obras:

  • Ángel Exterminador, Luis Buñuel (1962)
  • La Hora del Lobo, Ingmar Bergman (1968)
  • Perfect Blue, Satoshi Kon (1997)
  • Synecdoche New York, Charlie Kaufman (2008)

Al comenzar con la primera estrofa, se presenta aquella escena mítica comparada con la rutinaria de la vida actual de muchas personas. De esta forma, podemos imaginar que ese laberinto describe un proceso de con-centración; es decir, prestando especial atención a ese “centro” escondido entre miles de caminos de emociones, sensaciones, ideas y otras tantas cosas que nos llevan a situaciones sin salida.

¿De verdad queremos salir? Esta pregunta, con regularidad, se piensa desde/en el surrealismo, como cuando Buñuel nos atrapa en una peculiaridad durante toda su película; y, sí, nos atrapa igual que a sus personajes que, sin explicación aparente, no pueden salir de la sala del anfitrión en una fiesta de “alta sociedad”. Aunque se contempla una fuerte crítica social, también observamos como el aislamiento aleja la estabilidad mental y emocional; en otras palabras, la pérdida del sentido en nuestra vida cotidiana, dando paso a la semilla de la imaginación que es alimentada por la incertidumbre e inexplicabilidad.

Esa misma semilla da frutos en La Hora del Lobo pues, ​es la hora donde más personas nacen, más personas mueren y las pesadillas vienen a nosotros o, almenos, es lo que expresa Johan, uno de los protagonistas. Aquí, su laberinto personal cuestiona ideas sobre el amor, la devoción y el innegable pasado que, a veces, arrastramos. En esta encrucijada, Bergman no duda en plasmar de manera inquietante la decadencia humana a través de algunos personajes herederos de una opulencia de varios siglos atrás, donde los protagonistas se extravían en eventos y sentimientos sin salida.

De esa forma, la locura y la muerte parecen ir de la mano; es el caso de Mima, en Perfect Blue, un filme animado que aprovecha su formato para introducir cómo, situaciones externas, nos pueden enajenar en nuestra propia cabeza. Satoshi Kon nos invita a pensar o, más bien, desentrañar el cómo darse cuenta de esa situación sin quedar atrapados… ¿o no?

Duda que nos recuerda esa palabra griega, ​sinécdoque,3 que significa algo como: poder identificar un todo por una de sus partes o visceversa. Mismo juego lingüístico que aprovechó Charlie Kaufman para su película; pero, ¿qué pasa cuando a esa acción se agrega ese “mal” que muchos (al menos, yo sí) padecen? Dejar las cosas para luego o procrastinar. Es, quizá, el porqué un laberinto funciona como un imán que atrae hacia el “centro” en ese misterioso sendero que nos provoca seguir avanzando.

Misterioso casi hermético, los laberintos expuestos en dichas películas no son un problema; ¿cuál es la diferencia? Que los problemas deben resolverse, mientras que los misterios exigen ser vividos porque nos transforman. Así pues, como dije al principio, este texto no ofrece ninguna solución ya que, no hay mejor manera de entender estas obras que viendo y disfrutando de ellas desde la experiencia personal.

1 Fragmento “Minotauro”, Kinky, 2003.
2 Garibay K. Ángel Ma. 2004. ​Mitología Griega. Dioses y Héroes​. Porrúa. Ciudad de México. 377 pp.
3 Real Academia de la Lengua Española, 2020: ​https://www.rae.es/dpd/sin%C3%A9cdoque

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